Este pasaje, basado en el Evangelio de San Lucas, presenta una doble enseñanza de Jesús para superar la duda y la soberbia en el camino espiritual. La primera parte aborda la fe, utilizando la metáfora de la semilla de mostaza para ilustrar que la fe auténtica, aunque sea diminuta, posee un poder asombroso capaz de lograr lo imposible, como mover un árbol con raíces profundas y plantarlo en el mar. La segunda parte enfatiza la humildad en el servicio, comparando al discípulo con un siervo que simplemente cumple con su obligación de amar y servir. El texto concluye que, incluso al realizar grandes actos, la actitud correcta es reconocerse como "siervos inútiles" (sin derecho a mérito propio), entendiendo que la capacidad de servir ya es un regalo inmerecido de Dios.