Este pasaje bíblico presenta una fuerte denuncia de Jesús contra la hipocresía y la falta de coherencia exhibida por los fariseos y doctores de la ley. Jesús los increpa por honrar a los profetas asesinados por sus ancestros, mientras que, al mismo tiempo, rechazan y persiguen a los nuevos mensajeros de Dios, demostrando que su piedad es superficial y su corazón está cerrado a la verdad. La sabiduría de Dios enviará profetas y apóstoles, y esta generación será considerada responsable por el derramamiento de la sangre profética, desde Abel hasta Zacarías, indicando una historia continua de rechazo a los enviados divinos. Además, Jesús condena a los doctores de la ley por apoderarse de la llave de la ciencia (la verdad), impidiendo la entrada a quienes sinceramente la buscan.