No debe descartarse un componente que siempre ha tenido la política de Estados Unidos hacia la Revolución cubana: articular a esos grupos de odio para sostener el arbitrario y cruel cerco e incluso para negociar cualquier posible cambio de política. Si la administración no quisiera, no dedicaría 20 y hasta 30 millones de dólares anuales a la subversión contra Cuba.
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