Éxodo 16: El síndrome del esclavo.
Éxodo 16:1-16 RVA2015:
Toda la congregación de los hijos de Israel partió de Elim y llegó al desierto de Sin, que está entre Elim y Sinaí, el día quince del mes segundo después de salir de la tierra de Egipto. Entonces toda la congregación de los hijos de Israel murmuró contra Moisés y Aarón en el desierto. Los hijos de Israel les decían: —¡Ojalá el SEÑOR nos hubiera hecho morir en la tierra de Egipto, cuando nos sentábamos junto a las ollas de carne, cuando comíamos pan hasta saciarnos! Nos han sacado a este desierto para matar de hambre a toda esta multitud. Entonces el SEÑOR dijo a Moisés: —He aquí, yo haré llover para ustedes pan del cielo. El pueblo saldrá y recogerá diariamente la porción de cada día; así lo pondré a prueba, si anda en mi ley o no. Pero en el sexto día prepararán lo que han de llevar, que será el doble de lo que recogen cada día. Moisés y Aarón dijeron a todos los hijos de Israel: —Al atardecer sabrán que el SEÑOR los ha sacado de la tierra de Egipto. Y al amanecer verán la gloria del SEÑOR, porque él ha oído sus murmuraciones contra el SEÑOR.
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Ayer vimos cómo Israel se quejó por tener sed. Ahora en este capítulo, sintieron otra necesidad: tuvieron hambre en el camino. Una vez más ellos se dejaron llevar por el desespero y el pánico de las dificultades, de las limitaciones.
¿Cuál fue su reacción? ¿Clamar a Dios y preguntarle cómo salir de ese problema? ¿Creer que Dios podría hacer un milagro y alimentar a cientos de miles de personas en el desierto?
Como tenían mentalidad de esclavos, lo que se les vino a la mente fueron los alimentos que ellos comían cuando estaban bajo esclavitud en Egipto. Comenzaron a detallar cada ingrediente y vegetal cada vez que se reunían alrededor de la olla para comer carne. ¡Estos pensamientos hicieron que comenzaran a añorar esos momentos y hasta desear volver a Egipto!
Me aterroriza pensar que todo un pueblo desee volver a los azotes, maltratos, insultos, imposiciones de trabajo forzado y la humillación constante por los capataces que los trataban como animales, con látigos y gritos para que trabajaran más rápido. ¡Qué contraste de pensamiento!
Lamentablemente, esto también nos podría suceder. ¿Recuerdas cuando entregaste tu vida al Señor de rodillas y con un corazón quebrantado? Tal vez estabas pasando por un momento difícil donde tu familia estaba a punto de destruirse, o tu hijo estaba en malos pasos, o estabas postrado en una cama. Tal vez cargabas con un gran remordimiento por alguna acción de la cual te estabas arrepintiendo y te atormentaba día a día, o simplemente te habías cansado de vivir y ya no querías seguir más sobre esta tierra.
Sea cual sea la razón, ¡el alivio que sentiste cuando tu carga se cayó, la paz que sentiste cuando el Espíritu de Dios descendió sobre ti y te liberó, o la sanidad sobrenatural que sentiste sobre tu cuerpo, no se compara con tu vida pasada!
Sin embargo, muchos han vuelto atrás; se han dejado engañar y han regresado a ese mundo pasado. Otros están jugando con fuego y estan intentando vivir dos vidas, una en Egipto y otra en la tierra prometida, y no se dan cuenta que la corriente se los esta llevando directamente a las cadenas de la esclavitud otra vez. Algunos que no nacieron en Egipto se están sintiendo atraídos por saber qué significa trabajar como esclavos en Egipto y ¡no saben que van a sentir las marcas de los látigos, de las consecuencias de tocar la inmundicia del pecado! Si regresan al camino de Dios van a quedar con cicatrices de su amarga experiencia. Y eso si es que regresan, ¡pues el faraón va a hacer todo lo posible por mantenerlos bien atados con cadenas!
¡Salgamos de esa mentalidad de esclavo que desea volver a Egipto! ¡Las cosas del mundo que no agradan a Dios no deberían de seducirnos al punto de renunciar a las promesas del Señor y abandonar el pueblo de Dios donde habita el...