La arqueología nos permite reconstruir culturas a partir de sus vestigios materiales, mientras que la estratigrafía
aporta el contexto temporal que da sentido a cada hallazgo.
Desde las ciudades superpuestas de Troya hasta los templos de Teotihuacán, estas disciplinas trabajan juntas para revelar cómo vivieron, pensaron y evolucionaron las sociedades humanas.
No solo buscamos objetos, buscamos comprender la historia que los sostiene.