En la última hora de Crónicas Bárbaras #8, Arránz y Herrero retoman el hilo de la convivencia desde una perspectiva más reflexiva y crítica. Hablan del desgaste de los códigos cívicos en la vida urbana: cómo el ruido, la falta de cortesía o la desatención al otro no son simples molestias, sino síntomas de una erosión más profunda en la cultura del respeto mutuo. El tono se vuelve más serio sin abandonar el ritmo coloquial, y ambos coinciden en que el deterioro de lo cotidiano prepara el terreno para el descrédito de lo institucional.
Este tramo también recupera la dimensión política del episodio, cerrando el círculo abierto con el caso Ábalos–Marlaska. A través de la pregunta “¿qué clase de país estamos construyendo si no podemos convivir en el portal?”, proponen una visión integral: el respeto en lo pequeño es condición para exigirlo en lo grande. La última hora se convierte así en un alegato por una ciudadanía exigente, tanto en el vecindario como en la democracia. Un cierre que no solo resume el episodio, sino que lo eleva a manifiesto.