Cuando admitimos en nuestra mente duros pensamientos acerca de las palabras y obras de Jesús, entramos en la tentación de modo que, si el Señor no lo evitara en su misericordia, terminaríamos retrocediendo. El corazón corrupto y malo del hombre hace que lo que es materia del mayor consuelo sea una ocasión de ofensa. Nuestro Señor había prometido vida eterna a Sus seguidores en el sermón anterior; los discípulos se adhirieron a esa palabra sencilla y resolvieron aferrarse a Él, cuando los demás se adhirieron a las palabras duras y lo abandonaron. | Pr. Antonio Urrutia V.