Los Campeonatos. Con mayúsculas. Era la cita deportiva de cada año en mi colegio. Una semana de competiciones de fútbol, baloncesto, carreras… en la que nos enfrentábamos entre todos por el orgullo de la letra de nuestro curso: Los del A contra el B y el ganador contra el curso de los mayores o de los pequeños, según el año.

Los mayores siempre ganaban. O casi siempre. El año que te tocaba ser de los mayores sabías que partías con ventaja. El reto estaba en ganar a los mayores. Eso era más difícil. La diferencia entre chavales de diez a doce años se hacía notar en lo físico y en lo mental. Costaba sobreponerse. Corrían más, pegaban más e intimidaban más. Daba igual en fútbol que en baloncesto. Te dominaban desde la salida y si no hacías todo perfecto era imposible hasta plantar cara. Llegabas cada año creyendo que ese sería “el año”, pero la realidad se acababa imponiendo. Como en El Clásico.

Militao, Valverde y compañía ayer fueron los mayores. Muy mayores.

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