Allá por los años 1940, la fiebre del tropicalismo seguía su rumbo por Escandinavia. Mientras Miguelito Valdés cantaba su Babalú en Cuba y países vecinos, en Estocolmo lo hacía Harry Kullenborg, enfrentando congas con acordeones y clarinetes. Quién lo iba a imaginar, Suecia tierra de orishas y tambores. Rumba en la sauna. El exotismo en su paroxismo.