A sus 56 años, aquel Guillermito de Grandes Valores del Tango desarrolla unas cuantas ideas que le brotan de su inquieta personalidad. Asentó su carrera tras su fama de niño prodigio y clausuró su aventura norteamericana como baladista. Volvió al barrio y al tango: a Piazzolla y a los tangueros más tradicionales. Fuera de lo artístico supo luchar contra la dictadura cívico militar con un ardiente reclamo en defensa de su familia. Este Guillermo Fernández, ya no “Guillermito”, conserva la voz fresca, melodiosa, plena de matices y buenas intenciones.