Reconocer la grandeza de Dios nos da seguridad, protección y certeza que nuestra oración no es un conjunto de palabras bonitas, sino que el poder de la palabra de despliega hacia un Dios cuyo reino y gloria son ilimitados. Cerrar un diálogo reconociendo las características poderosas del interlocutor, nos deja la paz y esperanza que nuestras palabras no caen en el vacío, sino que tienen un fundamento y una segura respuesta. Como no podía ser de otra manera, en el padre nuestro, cada palabra tiene poder y sentido y cierra de una manera impecable reconociendo a quién le estamos hablando y cuál es el poder que Él tiene.