La música cubana no nació de la comodidad. Nació del dolor del látigo, del eco de los tambores sagrados traídos desde África... y del canto lastimero de los esclavos. Pero también nació de la guitarra española, del danzón elegante, de la contradanza refinada, de los salones de los blancos... y del solar de los negros. Y en esa mezcla… en ese fuego… empezó a gestarse lo que hoy conocemos como la gran música cubana.