Pero Pablo, sacudiendo la serpiente en el fuego, ningún daño padeció. (v.5)
Y aconteció que el padre de Publio estaba en cama, enfermo de fiebre y disentería; y entró Pablo a verle, y después de orar, le impuso las manos y le sanó. (v.8)
Pablo permaneció dos años enteros en una casa alquilada, y recibía a todos los que a él venían, predicando el reino de Dios y enseñando acerca del Señor Jesucristo, abiertamente y sin impedimento. (v.30–31)