Pero los que fueron esparcidos iban por todas partes anunciando el evangelio.
Entonces Felipe, descendiendo a la ciudad de Samaria, les predicaba a Cristo.
Y la gente, unánime, escuchaba atentamente las cosas que decía Felipe, oyendo y viendo las señales que hacía.
Porque de muchos que tenían espíritus inmundos, salían éstos dando grandes voces; y muchos paralíticos y cojos eran sanados; así que había gran gozo en aquella ciudad.