Era la segunda vez que volvíamos en apenas dos meses. En esta entrada te conté la primera. Y como nos quedamos con las ganas de llegar hasta los 2.000 metros, decidimos que era el momento de alcanzar Hoya Moros.
Aunque mi rodilla no se encontraba todavía recuperada del resbalón de aquella vez, sentí la necesidad de superar ese miedo a otra posible caída.