El mensaje de Juan Bautista presenta un mensaje de honestidad que, en aquella sociedad, se debía considerar "normal". Por eso, a Juan no lo metieron en la cárcel por denunciar injusticias, sino por los escándalos sexuales de Herodes. Una sociedad se pervierte cuando una mayoría importante de ciudadanos llega a pensar que es lógico aprovecharse de la mayor ganancia posible y a costa de lo que sea. Eso es una sociedad corrupta.
En la sociedad del Imperio (también en Israel), entre el 2 y el 3 por ciento de la población, aproximadamente, poseía la mayor parte de la riqueza del Imperio. Cuando tal desigualdad se ve "normal", eso es corrupción pura y dura. Corrupción integrada en la "cultura".
La predicación de Juan Bautista —si nos atenemos al sermón que nos recuerda Lucas— no podía incidir en aquella cultura corrupta, para cambiarla. Jesús fue "otra cosa". Jesús presentó un programa que, de ser seguido, desmantelaría el mundo de alta posición de los poderosos (cf. Mt 19, 21 par). Lo cual nos plantea una cuestión terrible: ¿creemos nosotros, en nuestros países "cristianos", en el Evangelio? Si, en Europa o en EE.UU., seguimos votando a gobernantes corruptos y corruptores, ¿vivimos en una sociedad cristiana o seguimos viviendo en la sociedad del Imperio, que se reproduce sin cesar? ¿Quién toma en serio el Evangelio?