Josué 20: Refugios espirituales para muchos en nuestras comunidades.

Josué 20:1:
El SEÑOR habló a Josué diciendo: “Habla a los hijos de Israel y diles: ‘Designen las ciudades de refugio de las que yo les hablé por medio de Moisés; para que pueda huir allí el homicida que mate a una persona accidentalmente sin premeditación, a fin de que sirvan de refugio ante el vengador de la sangre. El que se refugie en alguna de aquellas ciudades se presentará a la puerta de la ciudad y expondrá su caso a oídos de los ancianos de la ciudad. Ellos lo recibirán consigo dentro de la ciudad y le darán un lugar para que habite con ellos. Si el vengador de la sangre lo persigue, no entregarán en su mano al homicida, porque mató a su prójimo sin premeditación, sin haberle tenido odio previamente. Quedará en aquella ciudad hasta que comparezca en juicio delante de la asamblea, y hasta la muerte del sumo sacerdote que haya en aquellos días. Entonces el homicida podrá volver y venir a su ciudad y a su casa, a la ciudad de donde huyó”.

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En este capítulo corto vemos cumplirse uno de los mandatos de Dios que le hizo a Israel cuando entraran a la tierra prometida. Ellos debían separar varias ciudades alrededor del territorio y entre todas las tribus debían designar lugares llamados lugares de refugio.
Estas serían ciudades especiales donde serían administradores los levitas que eran la tribu de sacerdotes y líderes espirituales del pueblo. En el capítulo de mañana veremos con más detalle acerca de ellos.
Estas ciudades de refugio eran necesarias para que se pudiera dar tiempo a los jueces y examinar los casos de homicidios y muertes que ocurrieron en Israel. Para que el vengador del familiar muerto no cometiera otro crimen antes de llevar el caso a los tribunales, el que era acusado y perseguido por el vengador podía acudir a estas ciudades y esconderse hasta que su caso fuera analizado. Si la muerte fue causada por un accidente, entonces el causante de la muerte accidental podía permanecer ahí para que la ira del familiar de la víctima no lo matara.
Pero no solamente era para los que eran perseguidos sino también para todo el desdichado, necesitado, todo aquel que era menospreciado en sus ciudades y buscaban cierta clase de dirección o apoyo para poder comenzar de nuevo, para que los sacerdotes y levitas pudieran orientarlo; este es un caso importante y significativo si lo vemos espiritualmente.

Nosotros somos sacerdotes delante de la presencia de Dios. Nuestro hogar debe funcionar como un lugar de refugio para los miembros de nuestra familia y nuestros parientes; que ellos vean en nosotros un liderazgo firme, bajo la gracia de Dios. En el tiempo en que nuestros hijos van creciendo tienen que enfrentarse a muchas pruebas y luchas. Que bueno sería que ellos sintieran esa confianza y seguridad para poder compartir lo que están pasando sin que se sientan acosados o recriminados, sino que puedan recibir esa gracia y misericordia de Dios por medio de nosotros como padres.
Obviamente no se puede omitir la represión y el consejo para mostrarles dónde se están equivocando y las cosas que deben modificar, pero que también encuentren esa compasión y empatía, que vean en nosotros esa voz que los persuada a ver donde se han equivocado y cómo pueden salir de la situación en la que se encuentran. Que encuentren esas palabras de afirmación y amor cuando algunas personas los rechacen por ser cristianos, cuando el enemigo quiera destruirlos.
Ahora, imaginemos que todos los hogares cristianos se convirtieran en ciudades de refugio espiritual para matrimonios en conflicto, para jóvenes que viven en hogares quebrados e inestables, para niños que no tienen un modelo de familia saludable y temeroso de Dios, y que podamos invitarlos a que se refugien en esos hogares y encuentren esa mano amiga, ese consejo sabio basado en los principios bíblicos, que encuentren modelos...