Josué 21: El Dios que cumple lo que promete a sus sacerdotes.
Josué 21:43-45:
Así dio el SEÑOR a Israel toda la tierra que había jurado dar a sus padres. Ellos tomaron posesión de ella y habitaron en ella. Y el SEÑOR les dio reposo alrededor, conforme a todo lo que había jurado a sus padres. Ninguno de sus enemigos pudo resistirlos, porque el SEÑOR entregó en su mano a todos sus enemigos. No falló ninguna palabra de todas las buenas promesas que el SEÑOR había hecho a la casa de Israel; todo se cumplió.
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En este capítulo vemos cómo los israelitas repartieron ciudades a la tribu de Leví. Leví fue la tribu que no se le asignó un lugar específico en el territorio, sino que ellos estarían ubicados en medio de sus hermanos, repartidos por toda la tierra prometida. Primero, porque Dios les dijo que la herencia de ellos es el sacerdocio, que Dios mismo sería su herencia. Segundo, porque de esa manera ellos podrían vivir y administrar las ciudades de refugio; en el tema anterior aprendimos sobre ella y su función como protección y hacer justicia en casos delicados en medio del pueblo de Israel.
Los tres clanes de Leví: Gersón, Coat, y Merari fueron los últimos que recibieron sus ciudades. Estas pertenecían a las tribus que se les asignaron y nadie se las podía arrebatar porque eran dedicadas para siempre como ciudades de los levitas, y así ellos podían subsistir con sus familias produciendo cosechas y criando ganado. Cuando era el tiempo de ayudar en el templo, ellos viajaban hacia el templo y regresaban a sus casas.
Los levitas representaban la presencia de Dios entre el pueblo. Ellos podían bendecir al pueblo, aconsejar a sus vecinos acerca de las leyes sagradas, y ser su guía espiritual. Aunque todos los israelitas debían ir también al templo para ofrecer las ofrendas al Señor, en la vida cotidiana contaban con gente dedicada, consagrada a Dios que podía orientarlos en el área espiritual y así todos poder agradar al Señor.
Muchos podían consultar a Dios por medio de ellos, pidiendo oración y ellos podían interceder por ellos al Señor.
Cuando se cumplió el propósito de Dios de repartir toda la tierra equitativamente, podemos leer al final del capítulo una declaración poderosa acerca de las promesas del Señor. Dios les dió toda la tierra que les prometió, sus enemigos no los pudieron vencer, y se cumplió todo lo que Dios les había anticipado.
Esta enseñanza nos muestra la necesidad de mantener cerca de nosotros a personas que llevan una vida espiritual consagrada al Señor para que nos puedan dar un consejo sabio y nos guíen por el buen camino. No alguien que le echa más leña al fuego, que inflama el problema con consejos equivocados.
¡Espero que tú y yo podamos ser esos buenos vecinos que dan esa mano amiga, cumpliendo el mandato del Señor, ya que Dios declaró que nosotros somos reyes y sacerdotes para Dios! Pongamos ese sacerdocio en acción consagrando nuestras vidas para el servicio de aquellos que necesitan ese apoyo espiritual en momentos decisivos. Que podamos dar consejos apropiados e interceder por algún hogar que esté pasando por un momento difícil.
Que hoy podamos afirmar ese compromiso de vivir bajo la voluntad de Dios y enfrentar todo ataque del enemigo que se levante contra nosotros y nuestra familia, cualquier pensamiento o sentimiento que nos quiera separar del plan divino del Señor con nuestro matrimonio y nuestros hijos. Que podamos servir al Señor con valentía y sin desmayar, que al final recibiremos la recompensa de nuestro esfuerzo.
¡Así que no temas ni desmayes porque el mismo Dios que hizo estas promesas a Abraham y su descendencia, el que escogió a Moisés para sacar al pueblo de la esclavitud, el que estuvo con Josué para conquistar tierras de gigantes, está con nosotros hoy en día cumpliendo sus promesas cuando dijo: "Y he aquí, yo estoy con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo”....