Josué 7: Cuidado con las contaminaciones del mundo.
(Lea en su biblia) Josué 7:1-13
Este es un episodio triste para la nueva generación que sufrió su primera derrota en su primera conquista en la tierra prometida. Apenas estaban celebrando la gran victoria que Dios les dio sobre una gran ciudad cuando estaban ahora en estado de pánico al ver una pequeña ciudad vencer a sus guerreros.
¡Esto no tenía sentido! ¿Cómo era posible que Dios hubiera permitido semejante vergüenza ante sus enemigos? Todos a su alrededor se enterarían de esta derrota y se juntarían para atacarlos. Ellos se darían cuenta que Dios ya los había dejado y que eran vulnerables.
Ese era el temor de Josué. Pero Josué sabía que la respuesta la encontraría al consultar al Señor en oración y con una actitud de humillación. Josué, desesperado, le hace el reclamo al Señor y el Señor le revela la respuesta a este problema: Alguien fue demasiado atrevido de haber tomado unos objetos que codició de Jericó.
Ya el Señor había dispuesto castigar a esta ciudad maligna llena de pecado. Su juicio había llegado y se debía destruir esta ciudad en su totalidad. Aun Dios dijo que después podrían tomar el botín de las otras ciudades que conquistaran, pero que con Jericó sería diferente. No se debía tomar absolutamente nada de ella. La orden fue clara y la oportunidad de tomar riquezas sería más adelante.
La misión se cumplió, pero un solo hombre pensó que podía burlarse de Dios y que no afectaría a nadie.
Acán se dejó llevar por la avaricia, su imprudencia lo encegueció y codició unos objetos valiosos y atractivos a la vista. Su deseo inmediato no lo dejó disfrutar de las abundancias venideras. Por esa causa trajo muerte a otros israelitas, muriendo en manos de los enemigos. Trajo muerte a su familia porque sufrieron las consecuencias de los actos de su cabeza de hogar. Trajo maldición al pueblo haciendo que Dios no les diera más bendiciones, ni les diera la victoria sobre sus enemigos.
Al final, Dios descubrió al que trajo la maldición y murió él con toda su familia y sus pertenencias. Su placer temporal lo privó de disfrutar lo permanente.
Que este claro ejemplo de las consecuencias de nuestras acciones nos haga examinar con cuidado nuestras decisiones en el diario vivir. Es claro que lo que digamos, hagamos y decidamos tendrá sobre los que nos rodea un efecto positivo o negativo.
Desde el más grande hasta el más pequeño; hacia nuestra pareja que duerme a nuestro lado, nuestros hijos que viven bajo nuestro techo, nuestros padres que se preocupan por nosotros, nuestra congregación que es nuestra familia de la fe, nuestros compañeros de trabajo que nos ven como un ejemplo de un ser espiritual, y mayormente con nuestro Dios que se alegra o se entristece dependiendo de la acción buena o mala que hagamos.
Por ejemplo, hoy en día, si yo peco, mis hijos no sufrirán el castigo de Dios por mis malas acciones pero sí sufrirán indirectamente por eso. Ellos sufrirán desilusión, vergüenza y confusión, porque verán en mí a alguien que dice una cosa y hace otra.
Escucha el consejo que dió el apóstol Pablo a todo aquel que quiera ser un buen siervo de Dios en 1 Timoteo 3:7: “También es necesario que tenga buen testimonio de los de afuera, para que no caiga en descrédito y en los lazos del diablo.”
Por último, recordemos el consejo del apóstol Pedro acerca del peligro de caer en contaminaciones pecaminosas que nos harán ser peor que antes; leamos 2 Pedro 2:20: “Gracias al conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo, habían logrado escapar de las contaminaciones del mundo, pero volvieron a enredarse en ellas y fueron vencidos, con lo que su estado final fue peor que el primero.” (RVC).
Soy Eduardo Rodríguez. Que el Señor te dé la prudencia y el temor de Dios para guardar tu alma y la de tu familia de cualquier maldición que contamine tu hogar y te haga perder la bendición de Dios.