En una época dominada por la inmediatez, la confrontación y la polarización, hay un valor silencioso que emerge como una herramienta transformadora: la cortesía. No se trata simplemente de normas de etiqueta o formalismos sociales vacíos, sino de una fuerza ética y estructural que puede reequilibrar nuestras relaciones humanas, revitalizar la política, dignificar el debate público y fortalecer el tejido social.