Fue el mundo musulmán el que salvó a la alquimia de su desaparición, cuando las ciudades volvieron a recuperar el esplendor que había desaparecido durante los últimos siglos del imperio romano.
Es cierto que la alquimia bizantina parecía haber tomado el testigo de la alejandrina un par de siglos antes de la invasión musulmana con Olimpiodoro, que vivió a caballo entre los siglos IV y V, y Estéfanos, cuya existencia transcurrió en la séptima centuria de nuestra era. Pero la alquimia que allí se ejerció era un pálido reflejo de su predecesora, a la que apenas aportó avance alguno. Sus practicantes no hicieron sino entregarse a un mero trabajo de recopilación que no fue más allá de un simple compendio de recetas, El único tratado de esta época que ha llegado hasta nosotros, las Nueve lecciones de alquimia, de Estéfanos, muestra que la alquimia se había convertido en una especie de divertimento a medio camino entre lo lírico y lo esotérico que apenas conservaba ya preocupación alguna por el trabajo de laboratorio.
Así que la resurrección de la agonizante alquimia no habría sido posible sin los árabes. La tradición dice que fue Khalid Ibn Yasid, nieto del primer califa de la dinastía Omeya, quien, en el último tercio del siglo VII, llevó a tal punto su afición a la alquimia que mandó llamar a Damasco, a un anacoreta cristiano de Jerusalén, de nombre Marianus, antiguo discípulo del alquimista Estéfanos que era muy versado en el arte de la alquimia. Como consecuencia de la relación que se entablo entre ellos, Khalid Ibn Yasid se convirtió en un avezado alquimista que escribió el poema alquímico El paraíso de la sabiduría, compuesto por 2315 versos,
Lo cierto es que bajo la dinastía de los Omeyas se inició una intensa tarea de compilación de libros escritos en la llamada época helenística, entre los siglos IV y I antes de nuestra era, que abarcaban los temas más diversos, incluyendo la filosofía, la medicina, la astronomía y, por supuesto, la alquimia para posteriormente ser traducidos al árabe.
Gracias a esta labor se conservaron, y han llegado hasta nosotros, escritos de enorme valor cultural y científico. Entre ellos destacan la propia Tabla Esmeralda, o La asamblea de los filósofos, en la que nueve filósofos de la antigua Grecia se reúnen para debatir sobre diversos asuntos relacionados con la alquimia.