Reconocer el cansancio nos recuerda que no somos infinitos ni debemos controlarlo todo; se vale cansarse para ser reales y humildes ante Dios, no como excusa para la pereza, sino para vivir auténticamente en Cristo.
Reconocer el cansancio nos recuerda que no somos infinitos ni debemos controlarlo todo; se vale cansarse para ser reales y humildes ante Dios, no como excusa para la pereza, sino para vivir auténticamente en Cristo.