Bienvenidos a otro episodio de El Día de la Marmota, donde exploramos esos temas que parecen evidentes pero que esconden preguntas más profundas. Hoy quiero hablar de algo que seguramente has vivido: ves que tu móvil suena, una llamada entrante, y lo primero que piensas no es “voy a contestar”, sino “¿por qué no me mandan un mensaje?”.
No estás solo. Cada vez somos más los que preferimos un mensaje escrito a una llamada, un espacio para pensar antes de responder en lugar de una conversación improvisada. Pero, ¿qué nos ha llevado aquí? ¿Por qué algo tan básico como hablar por teléfono, que hace unas décadas era símbolo de conexión, ahora nos resulta tan incómodo? Vamos a desmenuzarlo juntos.