Jovito Villalba y Rómulo Betancourt fueron las figuras estelares de la generación de 1928, una hornada de jóvenes que, nacidos bajo las férreas dictadura de Cipriano Castro y Juan Vicente Gomez, irrumpieron con la fuerza de su rebeldía y sus ideales, gestando con sus luchas y sacrificios la transición hacia la democracia en Venezuela. Villalba destaca por su verbo tumultuario y flamígero que lo convierte en el mejor orador de Venezuela; Betancourt despunta como agudo estratega y conductor político. Ambos unidos por solidos vínculos de amistad y camaradería cumplen sus 20 años compartiendo calabozo y grillos en las terribles ergástulas del gomecismo. Más tarde, sus destinos se bifurcaran: rivalidades, disputas por el liderazgo, diferencias ideológicas, estilos diferentes, apreciaciones divergentes sobre táctica y estrategia marcaron un largo camino de encuentros y desencuentros. El epilogo de este largo antagonismo se producirá en 1978, cuando al calor de la campaña electoral en la que apoyan a candidatos distintos, Betancourt acusa a Villalba de ser un “cadáver insepulto” y este le replica lanzándole la terrible invectiva de ser un político vendido por dinero a las oligarquías.https://www.amazon.com/s?me=A1P0HKGH39IBZ3&marketplaceID=ATVPDKIKX0DER