Vivimos atrapados en dos grandes coordenadas temporales: el pasado, que a menudo idealizamos, y el futuro, que imaginamos como la salvación de todos nuestros problemas. Nos decimos: “Cuando consiga tal cosa, seré feliz” o “Todo será mejor el día que...”. Pero, curiosamente, cuando ese futuro llega, lo vivimos con la misma sensación de insatisfacción, proyectándonos hacia un nuevo horizonte. Es un ciclo sin fin.
Hoy, en El Día de la Marmota, exploramos un fenómeno curioso: la nostalgia del futuro. ¿Qué significa desear algo que aún no existe? ¿Por qué depositamos nuestras esperanzas en lo que está por venir en lugar de valorar lo que tenemos? Y lo más importante, ¿cómo este anhelo constante afecta nuestra percepción del presente?