la nueva vida que el Señor nos da a través de su Espíritu debe crecer y llegar a la madurez y a ala adultez y que debemos aprender a vivirla y a comportarnos como verdadero hijos de Dios Romanos 6, 4 y romanos 8,14. pero ese crecimiento debe ser progresivo, adecuado y darse en el ambiente propicio dentro de una familia.