La paz espiritual implica calma, sosiego, serenidad, mansedumbre. Esta actitud mansa y dulce va unida con una gran elevación y firmeza de espíritu, que lleva a ver siempre el lado bueno de las cosas y confía en la bondad de los seres. El hombre manso es confiado pero no necesariamente ingenuo, es bondadoso más no débil.