Este cuento describe la Tierra de Cockaigne, un paraíso de abundancia y placer donde la comida y la comodidad son infinitas. Las casas son de pan de jengibre, los ríos de leche, y la comida deliciosa se ofrece libremente. La pereza es celebrada y los tontos son honrados. Para entrar a este edén, uno debe atravesar un muro de mazapán, simbolizando la necesidad de apetito y deseo por el disfrute. La historia es una fantasía utópica que satiriza la búsqueda excesiva del placer y la falta de esfuerzo.