Había una vez, en una hermosa playa de arena blanca y aguas cristalinas, una tortuga llamada Tomás y un caracol llamado Carlitos. Tomás era una tortuga muy curiosa y siempre estaba buscando aventuras emocionantes. Carlitos, por otro lado, era un caracol tranquilo y pacífico que prefería tomar las cosas con calma. Un día soleado, Tomás se encontraba paseando por la orilla del mar cuando vio a Carlitos deslizándose lentamente sobre la arena. Fascinado por la forma en que el caracol se movía, Tomás decidió perseguirlo para ver a dónde iba. A pesar de su lenta velocidad, Carlitos notó a la tortuga que se acercaba y decidió jugar un juego con ella. Así comenzó una peculiar historia en la playa: la tortuga persiguiendo al caracol. Tomás corría tras Carlitos, pero el caracol siempre encontraba la manera de escapar. A veces se escondía en las conchas vacías, y otras veces se metía en pequeñas grietas en las rocas. Pero sin importar cuánto intentara Tomás, Carlitos siempre encontraba una forma de burlarlo. Este juego se convirtió en una rutina diaria en la playa. La gente que visitaba el lugar se maravillaba al ver a la tortuga persiguiendo al caracol, y algunos incluso se unían a la diversión, intentando predecir el próximo escondite de Carlitos. La historia de la tortuga y el caracol se extendió rápidamente, y la playa se hizo famosa por esta peculiar atracción. Con el paso del tiempo, Tomás y Carlitos se volvieron amigos inseparables. Aunque la tortuga nunca logró atrapar al caracol, disfrutaban de su juego y pasaban horas juntos en la playa. Las personas que visitaban la playa siempre se alegraban de ver a estos dos amigos en su interminable persecución. La historia de la tortuga que perseguía al caracol en la playa se convirtió en un símbolo de perseverancia y amistad. Se hicieron canciones y poemas sobre ellos, y la gente viajaba desde lejos para presenciar este peculiar espectáculo. Tomás y Carlitos demostraron que, a pesar de sus diferencias y velocidades, podían encontrar la alegría en su relación y disfrutar de la compañía del otro. Y así, la tortuga y el caracol dejaron una huella imborrable en la historia de esa playa. Su historia se transmitió de generación en generación, recordándonos que la amistad y la diversión pueden encontrarse en los lugares más inesperados, incluso en una simple persecución entre una tortuga y un caracol.José Pardal
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