La igualdad se ha convertido en el principal vector de la política occidental. Las políticas de igualdad, que proliferan como setas, han alcanzado tal ambición y omnipresencia que no sólo se persigue ayudar a quienes puedan necesitarlo, sino negar y combatir las diferencias naturales e inevitables que existen entre sujetos. La realidad incontestable de que cada sujeto es único y distinto de todos los demás, es una realidad que el poder ha etiquetado como subversiva.

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