Situémonos en el año 1080. El papa Gregorio VII escribe al rey Harald de Dinamarca quejándose de la costumbre de los daneses de hacer responsables a ciertas mujeres de las tempestades, epidemias y toda clase de males, y luego matarlas. El papa mandaba al rey que le enseñase a su pueblo que aquellas desgracias eran voluntad de Dios, y si acaso hubiera algo que hacer sería rezar, pero nunca matar a nadie .
En la década siguiente, una crónica del obispado alemán de Freising, nos cuenta el caso de tres mujeres que fueron acusadas de perdedoras de cosechas y que fueron quemadas por el pueblo considerando el obispo que murieron como mártires de la iglesia
Unos años después en la católica Hungría se intentó por un edicto extirpar la creencia en las brujas en el sentido de que nadie creyese en cosa que no son realidades.
Son tres ejemplos reveladores de cómo la Iglesia Medieval se posicionaba a favor de las brujas y en contra de las quemas de las mismas.
Por desgracia la postura de la Iglesia cambia a comienzos del siglo XV.