A más de 2.000 metros de altitud, en las heladas montañas del macizo de Altái, al sur de Siberia, un hallazgo arqueológico sacudió a la comunidad científica en los años 90 del siglo XX: la momia de una mujer noble de hace más de 2.500 años, extraordinariamente conservada en el hielo permanente, presentaba tatuajes sorprendentemente complejos y visibles en su piel.