¿Qué soy?
Soy el Hijo de Dios, pleno, sano e íntegro, resplandeciente en el reflejo de Su Amor. 2En mí Su Creación se santifica y se le garantiza vida eterna. 3En mí el amor alcanza la perfección, el miedo es imposible y la dicha se establece sin opuestos. 4Soy el santo hogar de Dios Mismo. 5Soy el Cielo donde Su Amor reside. 6Soy Su santa Impecabilidad Misma, pues en mi pureza reside la Suya Propia.
2. La necesidad de usar palabras está casi llegando a su fin. 2Mas en los últimos días de este año que tú y yo juntos le ofrecimos a Dios, hemos descubierto que compartimos un solo propósito. 3Y así, te uniste a mí, de modo que lo que yo soy tú lo eres también. 4La verdad de lo que somos no es algo de lo que se pueda hablar o describir con palabras. 5Podemos, sin embargo, darnos cuenta de la función que tenemos aquí, y usar palabras para hablar de ello así como para enseñarlo, si predicamos con el ejemplo.
3. Somos los portadores de la salvación. 2Aceptamos nuestro papel como salvadores del mundo, el cual se redime mediante nuestro perdón conjunto. 3Y al concederle el regalo de nuestro perdón, éste se nos concede a nosotros. 4Vemos a todos como nuestros hermanos y percibimos todas las cosas como buenas y bondadosas. 5No estamos interesados en ninguna función que se encuentre más allá del umbral del Cielo. 6El Conocimiento volverá a aflorar en nosotros cuando hayamos desempeñado nuestro papel. 7Lo único que nos concierne ahora es dar la bienvenida a la verdad. 4. Nuestros son los ojos a través de los cuales la visión de Cristo ve un mundo redimido de todo pensamiento de pecado. 2Nuestros son los oídos que oyen la Voz que habla por Dios proclamar que el mundo es inocente. 3Nuestras son las mentes que se unen conforme bendecimos al mundo. 4Y desde la unión que hemos alcanzado, invitamos a todos nuestros hermanos a compartir nuestra paz y a sumarse a nuestra dicha.
5. Somos los santos mensajeros de Dios que hablan en Su Nombre, y que al llevar Su Palabra a todos aquellos a los que Él nos envía, aprendemos que está impresa en nuestros corazones. 2Y de esa forma, nuestras mentes cambian con respecto al objetivo para el que vinimos y al que ahora procuramos servir. 3Le traemos buenas nuevas al Hijo de Dios que pensó que sufría. 4Ahora ha sido redimido. 5Y al ver las puertas del Cielo abiertas ante él, entrará y desaparecerá en el Corazón de Dios.
LECCIÓN 358
Ninguna invocación a Dios puede dejar de ser oída o no recibir respuesta. Y de esto puedo estar seguro: Su Respuesta es la única que realmente deseo.
1. Tú que recuerdas lo que realmente soy, eres el único que recuerda lo que realmente deseo. 2Hablas por Dios y, por lo tanto, por mí. 3Y lo que me concedes proviene de Dios Mismo. 4Tu Voz, entonces, Padre mío, es mía también, y lo único que quiero es lo que me ofreces, en la forma exacta en que decidas que yo lo reciba. 5Que recuerde todo lo que no sé y que mi voz se acalle mientras lo recuerdo. 6Que no me olvide de Tu Amor ni de Tu Cuidado y que mantenga siempre presente en mi conciencia la promesa que le hiciste a Tu Hijo. 7Que no me olvide de que mi ser no es nada, pero que mi Ser lo es todo.