Aborda la importancia de la evaluación formativa en la enseñanza, destacando el papel activo del docente en este proceso. Se enfatiza la necesidad de que los profesores orienten sus actividades evaluadoras a tareas cotidianas como decidir qué enseñar y cómo hacerlo, monitorear el progreso de los alumnos para ajustar la enseñanza, y asignar calificaciones basadas en el desempeño.

Se detallan las etapas de la evaluación formativa en el aula, divididas en inicio, desarrollo, y cierre de la clase. Cada etapa tiene acciones específicas: motivación, establecimiento de criterios, exploración, monitoreo, control, resaltar logros, promoción de autoevaluación y coevaluación, y retroalimentación. Se enfatiza la importancia de la retroalimentación continua y la necesidad de considerar las condiciones del desarrollo infantil.

También se aborda cómo los docentes pueden trabajar con los errores de los estudiantes, promoviendo la reflexión y el análisis en lugar de la frustración. Se menciona la importancia de ayudar a los estudiantes a construir su experiencia de éxito escolar, utilizando errores como oportunidades de aprendizaje.

El capítulo resalta la necesidad de que los docentes conozcan las necesidades, intereses y condiciones socioculturales de los estudiantes para diseñar estrategias de aprendizaje significativas. Además, se subraya la importancia de la ética en la evaluación, la reflexión docente, y la comunicación efectiva entre docentes y estudiantes.

En resumen, el capítulo destaca el rol vital del docente en la evaluación formativa, centrado en la motivación, la confianza, la empatía, la reflexión y la comunicación efectiva para mejorar el proceso de enseñanza-aprendizaje.

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