Horriblemente sufrían los soldados alemanes. Ninguno de ellos había experimentado jamás el frio del invierno ruso, y pocos se imaginaron siquiera que un ser humano pudiese vivir en tales condiciones. Se congelaba el rancho y se congelaba el combustible en tanques y autocamiones. Congelábanse las manos, los pies, las narices y orejas hasta caerse a pedazos, comidos por la gangrena, y el frio arreciaba más y más; caía la nieve y se empantanaban la artillería y los transportes, las raciones no llegaban y seguían apareciendo ejércitos de refresco rusos completamente equipados, sacados del frente de Siberia por la traición de Japón, si todo estaba en su contra ¿Por qué no desertaban y se entregaban?