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El encuentro semanal era un pequeño desgaste de vida porque cualquier movimiento involucraba un riesgo.
Pero los Invocaba la amistad, la vida, el haber llegado al Lunes una vez más, la unión de los tonos distintos, el canto como alianza, las silletas como sostén, el garaje como espacio que los reclutaba para verse latir una vez más.
Se hacían llamar los Lunes. Se conocieron unos años atrás en un club de ajedrez o en uno de esos viajes del Pami, no lo recuerdan bien. Se prometieron cantar hasta lo último y así lo hicieron desde entonces. Como un mantra se escuchaba en el barrio de Nelly el sonar de Los Lunes que ya se había hecho famoso en los atardeceres de aquellas cuadras vecinales.
By Sabrina PedrosoEl encuentro semanal era un pequeño desgaste de vida porque cualquier movimiento involucraba un riesgo.
Pero los Invocaba la amistad, la vida, el haber llegado al Lunes una vez más, la unión de los tonos distintos, el canto como alianza, las silletas como sostén, el garaje como espacio que los reclutaba para verse latir una vez más.
Se hacían llamar los Lunes. Se conocieron unos años atrás en un club de ajedrez o en uno de esos viajes del Pami, no lo recuerdan bien. Se prometieron cantar hasta lo último y así lo hicieron desde entonces. Como un mantra se escuchaba en el barrio de Nelly el sonar de Los Lunes que ya se había hecho famoso en los atardeceres de aquellas cuadras vecinales.