Para resolver conflictos, arrepiéntete de todo pecado (4:8-9). Santiago suena como un profeta del Antiguo Testamento cuando proclama: “Limpien sus manos, pecadores; y ustedes de doble ánimo, purifiquen sus corazones. Aflíjanse, laméntense y lloren. Que su risa se convierta en lamento y su gozo en tristeza.”. Está hablando de un arrepentimiento completo y sincero.