El gran poder de Dios que nos salvó es el mismo poder que resucitó a Cristo de entre los muertos.
El poder más poderoso jamás desatado en esta tierra no es el poder de las bombas atómicas lanzadas sobre Japón. No es el poder de un terremoto, volcán, tornado, huracán o inundación. El poder más poderoso jamás desatado en esta tierra fue cuando Dios resucitó a Jesucristo de entre los muertos.