Los oidores terminan engañándose a sí mismos. Santiago menciona esto dos veces, en 1:22 y nuevamente en su ilustración práctica en 1:26.
Hay un peligro inherente en asistir a una iglesia donde la palabra de Dios se proclama semana tras semana: si escuchas la palabra con frecuencia, pero no la pones en práctica, te engañas a ti mismo.