Oír y hacer la palabra lleva a la bendición (1:25). El que oye la palabra y llega a ser un hacedor eficaz “será bienaventurado en lo que hace”. En lugar de una mirada rápida, el hacedor de la palabra la mira atentamente. Mirar atentamente significa agacharse y observar cuidadosamente algo. Esta no es la mirada rápida de alguien que sale corriendo por la puerta, sino la mirada cuidadosa de quien nota una imperfección en su rostro y se toma el tiempo para corregir el problema.