Cristo mismo es la única fuente de paz entre aquellos que han sido hostiles entre sí.
“Porque Él mismo es nuestra paz…” (2:14). Cristo no sólo hizo la paz, sino que Él es nuestra paz. La paz se puede encontrar solo en un lugar, en la persona del Señor Jesucristo, porque solo Él puede tratar con nuestro problema de pecado inherente.