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La tarde del último San Valentín la pasé en la prisión de Villena (Alicante). Y lo hice en compañía de un grupo de internos que asistía a un taller de Animación a la lectura conducido por mi amiga Edna.
Sin rabia, pero sí con tristeza, me expresaron su pesar por no poder acceder a libros, música y otros pequeños placeres de los que las personas libres gozamos sin darnos cuenta apenas de lo que significa carecer de cosas tan elementales.
Para todos ellos, este cuentito irónico y amargo. Me gustaría ofrecerles algo más alegre, pero ellos entenderán que esa tristeza de su queja es ahora la mía.
By Nacho SendónLa tarde del último San Valentín la pasé en la prisión de Villena (Alicante). Y lo hice en compañía de un grupo de internos que asistía a un taller de Animación a la lectura conducido por mi amiga Edna.
Sin rabia, pero sí con tristeza, me expresaron su pesar por no poder acceder a libros, música y otros pequeños placeres de los que las personas libres gozamos sin darnos cuenta apenas de lo que significa carecer de cosas tan elementales.
Para todos ellos, este cuentito irónico y amargo. Me gustaría ofrecerles algo más alegre, pero ellos entenderán que esa tristeza de su queja es ahora la mía.