Cuanto más claro es el llamado de Dios, más difícil es la tarea. A María se le dio una misión muy clara. Tendría un hijo sin la ayuda de un hombre. Ella resucitaría a Jesús, el prometido. Aunque su llamado fue alegre, también fue muy difícil. Tendría que vivir con el hecho de que la mayoría de la gente no le creería cuando compartiera el maravilloso llamado de Dios. Viviría como una marginada y se arriesgaba al rechazo de Joseph, su prometido.