Juan 3:
16 »Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito para que todo aquel que en él cree no se pierda mas tenga vida eterna. 17 Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo sino para que el mundo sea salvo por él. 18 El que cree en él no es condenado; pero el que no cree ya ha sido condenado porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios. 19 Y esta es la condenación: que la luz ha venido al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz porque sus obras eran malas. 20 Porque todo aquel que practica lo malo aborrece la luz y no viene a la luz para que sus obras no sean censuradas. 21 Pero el que hace la verdad viene a la luz para que sus obras sean manifiestas que son hechas en Dios.

En algunos países hispanos hay un dicho coloquial: “Es mejor un minuto colorado que toda la vida pálido.”
Esto quiere decir que es mejor arriesgarse y preguntar algo que tú pienses que sea tonto o ridículo porque es mejor salir de la duda a que, por la vergüenza o quedar en ridículo, no hagas tu pregunta, pero entonces toda la vida quedarás como asustado y perdido porque no entiendes lo que querías preguntar.
Esto mismo lo podemos aplicar en la vida espiritual. Jesucristo dice que la condenación o la salvación depende de cada uno de nosotros. Si creemos en Jesucristo y aceptamos su mensaje, entonces recibiremos la salvación; pero si rechazamos a Jesús y su mensaje, automáticamente estamos condenados. No porque Jesús se enoje y quiere hacerle daño a la persona que no lo acepta. Jesús no obliga a nadie. Jesucristo mismo explica cómo viene la condenación a las personas que rechazan la salvación: no acercándose a la luz para que sus obras sean corregidas. En cambio, la salvación llega a aquel que sale de su oscuridad, expone sus manchas, o su culpa, o su enfermedad, con la confianza de que lo está haciendo delante del Señor que puede limpiarlo, o vestirlo o sanarlo. No importa la condición en que te encuentres, hay UNO que entiende y comprende por lo que hayas pasado o estés pasando. A veces son consecuencias de nuestra ignorancia, o por nuestra manera impetuosa de vivir, o simplemente un descuido que ocasiona en nosotros una acción dolorosa o vergonzosa. Imáginate que acabas de manchar tu camisa o blusa blanca, tu inclinación es tratar de esconderla lo más que puedas. Igual que una mancha, si la intentamos limpiar con la mano o lavar con agua la vamos a esparcir y hacer más grande. Después esa mancha va a coger mal olor y, aunque lo tapemos, se va a percibir en el ambiente. Al final, va a tocar quitarnos la ropa pero ya nunca más vamos a salir porque no tenemos como cubrirnos.
Lo mejor es exponernos ante Dios.
Cuando nos exponemos delante del Señor Jesús, Él nos cubrirá con su amor y su misericordia. Nos lavará con su sangre preciosa que limpia los pecados de todo tipo clase y forma, quitará la vergüenza de nosotros y nos levantará con su gloria alumbrando nuestros rostros y dándonos una nueva oportunidad.
Mira a Adán y Eva, cuando ellos pecaron delante de Dios sintieron vergüenza porque se vieron desnudos, y cuando El los expuso, ellos negaron su error y comenzaron a culpar a otros, entre ellos mismos. Regando más la mancha de la ropa. Lo hermoso de esta historia es que Dios primero les hace reconocer su error y después hace ropa con pieles de animales para vestirlos y cubrir su desnudez, para que no tengan más vergüenza.
Permite que el Señor en este momento transforme tu vida pero tienes que dar el paso de fe y salir a la luz.

Consideremos:
¿Estoy permitiendo que la luz de la Palabra de Dios transforme mi vida o estoy tratando de esconder mis errores?

Que el Señor Jesucristo te limpie, te cubra y quite tu culpa en este día.
Soy tu amigo Eduardo Rodríguez, no olvides leer todo el capítulo completo y compartir este audio con alguien que tú aprecias.

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