Juan 20:
14 Habiendo dicho esto, se volvió hacia atrás y vio a Jesús de pie; pero no se daba cuenta de que era Jesús.
15 Jesús le dijo: —Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?
Ella, pensando que él era el jardinero, le dijo: —Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo lo llevaré.
16 Jesús le dijo: —María…
Volviéndose ella, le dijo en hebreo: —¡Raboni! (que quiere decir Maestro).
17 Jesús le dijo: —Suéltame porque aún no he subido al Padre. Pero ve a mis hermanos y diles: “Yo subo a mi Padre y Padre de ustedes, a mi Dios y Dios de ustedes”.
18 María Magdalena fue a dar las noticias a los discípulos: —¡He visto al Señor!
También les contó que él le había dicho estas cosas.
~~~~
¡Qué momento tan difícil para los discípulos y los seguidores del Señor! Aquí vemos una mujer que estaba profundamente agradecida por lo que Jesús hizo en ella: anteriormente fue poseída por siete demonios y Jesús la liberó, y desde ese momento ella sirvió al Señor con todo el corazón; ella estuvo a los pies del Señor cuando fue crucificado, estaba con él en su proceso de agonía y fallecimiento, estaba en la tumba para ungir el cuerpo del señor, y luego la vemos llorando porque no sabía qué hicieron con el cuerpo del Señor. Para sorpresa de ella, el Señor se le apareció y ella tuvo el privilegio de ser la primera persona a la cual el Señor se le mostró resucitado.
La siguiente acción es la que me llamó la atención y es la base de la reflexión del día de hoy: María en su emoción se le tiró a los pies del Señor y lo abrazó fuertemente, pues ella pensó que lo había recuperado y no quería que se le apartara una vez más. Pero el Señor le dijo: “Suéltame, porque todavía no he ascendido a mi Padre. Ve y cuéntale a los demás que yo he resucitado.” Aunque ella hubiera querido quedarse allí en la presencia del Señor y no soltarlo nunca más para no volver a llorar, sin embargo, lo soltó para hacer la obra que Él le encomendó de anunciar que Él había resucitado.
A veces estamos en una zona muy reconfortante, espiritualmente hablando. No queremos soltar ese lugar donde estamos en nuestro caminar con Dios. A veces nos da miedo comprometernos para servir a Dios en una área más precisa como en un liderazgo y nos da miedo salirnos de esa zona confortante. ¡Tienes que atreverte a hacer algo nuevo para Dios!
Muy similar les pasó a Pedro, Juan y Jacobo, cuando estuvieron en el Monte de la transfiguración y Pedro quería quedarse allí. Estaba dispuesto a construir tres casas, una para Jesús, otra para Elías y otra para Moisés pero Jesús les dijo que tenían que bajar del monte porque los esperaba mucha gente que necesitaba ser sanada y liberada.
Cuando yo salí al ministerio y tenía casi 20 años de edad, tuve mucho miedo pues era algo nuevo a lo cual me iba a enfrentar. También como María, lloré muchas veces de frustración pensando que me había equivocado o que la tarea estaba muy difícil y varias veces con ganas de tirar la toalla, Pero en esos momentos el Señor me reconfortó y me dijo varias veces: “Suéltame y mira la obra que yo he hecho contigo.”
Similar a cuando un padre tiene que soltar a su hijo para que se independice o cuando ya está en un altar casándose. Da mucho terror saber cómo la nueva pareja de tu hijo o hija los va a tratar pero es un paso de fe y confiando en que Dios te guío para guiar a tu hijo o hija.
O si eres un hijo o hija, también nos cuesta salir del nido. Ya tienes la edad suficiente para emprender la nueva etapa de adulto pero te da miedo. Tienes que soltar esa zona de comodidad, arriesgarte a salir al mundo para estudiar o trabajar, y empezar a aprender a sustentarte por ti mismo y prepararte para hacer una familia en el futuro. Si tuviste buenos padres o tutores que te guiaron por el camino recto y te pusieron buenos fundamentos, no tienes que tener miedo de enfrentar la vida, pues en el camino Dios te va ayudar.
Aprendamos de María,...