El amar al prójimo como a ti mismo tiene más que ver contigo que con el otro. Es la manera en que dejamos un legado firme en la generación venidera, nuestros hijos.

Los frutos del amor propio recae primeramente sobre nosotros, luego sobre el prójimo. Nadie que no se ame a sí mismo puede conocer realmente el amor. Puede pasar por aferraciones, ilusiones, o relaciones pasajeras, pero jamás por algo permanente. Por un sentimiento permanente, aclaro.

Lo que brindas a los demás siempre será un reflejo de lo mismo que sientes por ti.

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