Es muy claro que Dios espera que escojamos nuestros pensamientos, y no que nuestros pensamientos sean escogidos por otras cosas. ¿Cómo hacemos esto práctico? Es verdad que somos atacados en nuestra mente, porque nuestra mente es un campo de batalla, no un patio de recreo. En cuanto el cristiano empieza a conectar su espíritu con el Espíritu Santo, su espíritu se fortalece. La mente es un siervo a tu espíritu o a tu carne.