En los productos tradicionales, medir el éxito siempre fue relativamente sencillo. Mirábas cuántos usuarios activos tenías, cuántos completaban una acción, cuántos volvían al día siguiente.
El product manager vivía cómodo entre tasas de conversión, embudos y cohortes. Pero con la llegada de la inteligencia artificial, esa claridad empezó a desvanecerse. Porque, ¿cómo mides el éxito de algo que aprende, cambia y genera resultados diferentes