El café
El joven Fernando entró en la tasca… ¿camarero? ¿Qué desea? Un café solo largo por
favor. El café bebida por antonomasia de la clase trabajadora. ¡Voy! ¿Azúcar blanco,
moreno, panela, sacarina? Respondió el camarero. Sonrió Fernando, sólo, me gusta
tomarlo solo. Disfruto del amargor del café, a veces me recuerda a la vida misma. El
camarero lo miró sorprendido y a la vez asistió con la cabeza, de manera cómplice, sin
decir nada.
Mientras la tasca seguía el trajín del día a día, Fernando habría el maletín que llevaba
con el junto con su cartera. Disculpa, solicitó de nuevo al camarero. El café estaba muy
bueno. Gracias, respondió. ¿Te llamas? Juan y ¿tú? Fernando. Encantado, igualmente.
¿Llevas mucho tiempo trabajando aquí? Varios años. Volveré por aquí entonces, ahora
¡Cóbrate! Y aquí tienes mi tarjeta. ¡Voy! Secretario de acción sindical. Sin
subvenciones ni liberados. Leyó Juan. A lo que comentó, el café corre a cuenta de la
empresa compañero. En cuento termine la jornada te llamo, salud, salud concluyó
Fernando.