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Or
En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos llegaron a Betsaida.
Quien se atreve a vivir en el amor, logra ver la luz infinita de Dios.
El Evangelio de hoy nos muestra una realidad bien especial, es un hombre ciego quien esta vez se acerca a Jesús para pedir curación. Jesús, toma la iniciativa de curar a aquel hombre que sufre en medio de su ceguera, dice el Evangelio que primero el maestro le toco los ojos con saliva y luego le impuso las manos.
¿Cuál es el dolor que tienes en este día? ¿Cuál es tu ceguera? Piensa en aquella frase de San Antonio de Padua “El pecado embrutece y la soberbia enceguece”. ¿Acaso no necesitas curación como aquel ciego para dejar la soberbia y recuperar la humildad? No olvides los tres panes de este día:
- Reconoce tu ceguera: es fundamental que identifiques aquello que no te deja ver con claridad si quiera los hombres como árboles que se mueven. Mira en tu interior y descubre qué te tiene ciego para que el maestro en su amor te sane.
- Sé consciente de que no puedes solo: a veces en la vida nos creemos autosuficientes y creemos que nos es posible resolver los problemas por nuestra propia cuenta. Solo cuando reconoces tu fragilidad y te sientes necesitado, Dios podrá intervenir.
- Escucha la voz del maestro y mira: escuchar y mirar son dos verbos que te ayudan a identificar la Voluntad de Dios, cuando escuchas la voz de Jesús puede tener una conversión, un cambio de mentalidad que te lleva a ver el mundo de otra manera.
Ten presente que cuando escuchas a Dios, te reconoces necesitado de su amor e identificas tu ceguera, puedes ver todo con otros ojos, con los ojos del maestro.
En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos llegaron a Betsaida.
Quien se atreve a vivir en el amor, logra ver la luz infinita de Dios.
El Evangelio de hoy nos muestra una realidad bien especial, es un hombre ciego quien esta vez se acerca a Jesús para pedir curación. Jesús, toma la iniciativa de curar a aquel hombre que sufre en medio de su ceguera, dice el Evangelio que primero el maestro le toco los ojos con saliva y luego le impuso las manos.
¿Cuál es el dolor que tienes en este día? ¿Cuál es tu ceguera? Piensa en aquella frase de San Antonio de Padua “El pecado embrutece y la soberbia enceguece”. ¿Acaso no necesitas curación como aquel ciego para dejar la soberbia y recuperar la humildad? No olvides los tres panes de este día:
- Reconoce tu ceguera: es fundamental que identifiques aquello que no te deja ver con claridad si quiera los hombres como árboles que se mueven. Mira en tu interior y descubre qué te tiene ciego para que el maestro en su amor te sane.
- Sé consciente de que no puedes solo: a veces en la vida nos creemos autosuficientes y creemos que nos es posible resolver los problemas por nuestra propia cuenta. Solo cuando reconoces tu fragilidad y te sientes necesitado, Dios podrá intervenir.
- Escucha la voz del maestro y mira: escuchar y mirar son dos verbos que te ayudan a identificar la Voluntad de Dios, cuando escuchas la voz de Jesús puede tener una conversión, un cambio de mentalidad que te lleva a ver el mundo de otra manera.
Ten presente que cuando escuchas a Dios, te reconoces necesitado de su amor e identificas tu ceguera, puedes ver todo con otros ojos, con los ojos del maestro.